sábado, 7 de febrero de 2009

Cita a ciegas


Tengo una amiga que no me puede ver triste y a su vez mi amiga tiene un amigo que ha consagrado su vida a regalar sonrisas. Así que mi amiga le dio mi teléfono a su amigo y luego me dijo lo que había hecho...De todo esto salio una "cita a ciegas" completamente inesperada. El me llamó, yo descolgué el teléfono, él hablo y hablo durante casi una hora y yo me deje mecer por su voz suave y melodiosa, me hablo de sus manos y de sus dedos, de como interpretaba piezas al piano y yo me deje llevar por la nostalgia que sentía de otras manos y otros dedos al piano a los que habia amado tanto. No se como me vino la idea a la cabeza pero le dije: te quiero conocer. Él guardo silencio unos segundos que se extendieron como eternidades a través del teléfono, después sus palabras sonaron a musica dentro de mi cabeza. Dime donde vives y dame una hora, estaré allí. Ah! no me esperes vestida. Mecánicamente como si de una grabación se tratase, me encontré recitando la dirección.

Mi primer impulso fue llamar a mi amiga para que me hablara de él, para que me dijera como era su cuerpo y sus labios, pero después pensé en el morbo que me daba el desconocimiento de todo cuando rodeaba aquel encuentro. El tiempo paso en un suspiro, su voz desde el portal me pidió que le abriera la puerta. Diecinueve segundos de impaciencia separaban nuestros cuerpos de un placer que aun no podía imaginar. Le vi salir de ascensor, me miro y le mire y antes de poder musitar un "buenos días", su boca estaba bebiendo de la mía... Entre besos y caricias nos deslizamos hasta la cama y allí dejamos que el placer nos llevara de regreso al paraiso. Me quite el ayuno en sus brazos. Deje que su lengua fuera una mariposa testaruda posándose una y otra vez en el mismo lugar y al final hizo brotar la fuente del néctar que había ido a buscar. Vi como caían años y penas por los bordes de la cama, vi como mis temores salían por la puerta al mismo tiempo que aquel derroche de juventud y fuerza entraba en mi , vi que los rizos de su pelo se entendían con mi cuerpo, que me hablan muchas lenguas. Entre combate y combate repusimos fuerzas , hablamos de mil cosas, nos reímos y nos miramos en silencio para volver a comenzar. Han sido siete horas de lucha sin tregua, siete horas para conjurar penas y desengaños, siete horas del trabajo de un chaman. Ni se, ni me importa como ha hecho para que yo no sienta ni hambre ni sed, para que no tenga ni cansancio ni memoria. Solo sé que le debo un gran favor a mi amiga...
A Jesús feliz de haberle conocido.