domingo, 30 de noviembre de 2008

A tus pies

Hace algún tiempo, cuando yo aun vivía en Suiza me encapriche de unos zapatos. Los queria para ponermelos con mi vestido negro y asistir a una fiesta de Navidad. Eran unas sandalias preciosas de color plata y tacón imposible.
El hijo de mi vecina que trabajaba en la zapateria donde las vendían, se ofreció a traérmelas a casa para que no tuviera que desplazarme hasta la tienda.

Una tarde me llamo por teléfono para decirme que se pasaría por mi casa a traerme las sandalias. Horas mas tarde cuando sonó el timbre de mi puerta y abrí, me encontré con un muchacho de expresión huraña, alto y demasiado delgado, tendría unos 19 años y realmente no gozaba de ningún atractivo físico.

Me miro y me dijo: Te traigo las sandalias.

- Si, gracias. Conteste. Pasa y dejalas ahí, ahora vuelvo, voy a traer el dinero.

Cuando volví para pagarle me dijo que seria mejor que me las probara y pensé que tenia razón.

-Sientate y te ayudo a probártelas. Me dijo.

El saco las sandalias de su caja y arrodillándose frente a mi, me puso una en el pie derecho con tal maestría que apenas si lo note. Se quedo mirando el pie y el zapato tan intensa y descaradamente que note como me ruborizaba... Intente recuperar el control de la situación quitando mi pie de entre sus manos, al fin y al cabo era solo un muchacho, pero él me lo impidió sujetandolo firmemente. Después de unos segundos de tensión que a mi me parecieron eternos dijo: tienes unos pies muy pequeños como de princesa de cuento y comenzo a acariciarlos. Son tan suaves ... y acercando mi pie a sus labios lamió cuidadosamente los dedos mientras volvía a clavarme la mirada y se deshacía suavemente de la sandalia. La verdad es que no lo esperaba y me quede sin saber que hacer, pero a pesar de su juventud él si parecía saber lo que hacia y continuo metiéndose mis dedos en la boca, subcionando y lamiendo cada vez con mas intensidad y luego recorriendo mis pies con la lengua, haciendo que deseara mas y mas de aquella sensación. Y eso mismo le dije recostandome en el sillón...

-Por favor continua.

Esbozó una leve sonrisa y obedeció. Siguió acariciando con la lengua primero un pie y luego el otro, pero sosteniendo ambos entre las manos de modo que mis piernas estaban en el aire, sin apoyo ninguno y totalmente a su merced. Durante un buen rato mis pies fueron su objeto de deseo y su lengua el mio. No se cuanto duro aquello porque el tiempo caprichoso se retorció en un bucle tan matemático como irreal y yo me encontré sin saber como en una fiesta de Navidad calzando unas preciosas sandalias de color plata.



Al joven Christian sabio desde el principio.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Diable, demón, Demian


Estaba llorando aquella noche, no había conseguido olvidar sus palabras, "lo siento, no puedo. Quiero pero no puedo". Hacia horas que las oía retumbar en mi cabeza cuando sonó el teléfono. Lo cogí distraida y limpiándome la nariz con la manga de mi pijama...

- Diga

- Allo

-Diga. Dije otra vez con fastidio.

- Lo siento, creo que me he confundido. Perdoneme por favor. Escuche con un marcado acento francés al otro lado del teléfono.

- No pasa nada. Dije con desgana y colgué el auricular.

Me recoste otra vez sobre la almohada y seguí llorando. Era increíble! estaba como al principio, después de todo volvía a estar sola. El teléfono sonó de nuevo y lo deje sonar esperando que callara, pero era muy tarde y no quería despertar a todo el vecindario. Lo cogí

- ¿Queeee?. pregunte de manera muy poco amable.

-Perdón señorita, no quiero molestala, pero antes cuando me equivoque de numero me pareció que lloraba. ¿esta usted bien?

Era otra vez aquel francés con su acento dulce y sus bonitas maneras.

- No, disculpeme usted a mi, he sido una grosera y lo siento, estoy triste ...Trate de disculparme.
- bah, no se preocupe mas y cuenteme que le ha puesto tan triste ¿l`amour?.

Y sin darme cuenta le estaba contando mi vida aquel desconocido. Pasaron los minutos al teléfono, en ese tiempo me entere de que efectivamente era francés y se llamaba Demian. Me contó que estaba en España por negocios, pero no estaba en la misma ciudad que yo, bien al contrario estaba lejos muy lejos. Hablamos de muchas cosas y al final cuando colgué el teléfono, una sonrisa iluminaba mi rostro. Aquella noche dormí como nunca.

El día siguiente paso sin pena ni gloria, pero con la esperanza de que Demian me volviera a telefonear algún día, no me había dado su numero y yo había olvidado pedírselo, así que solo podía esperar que me llamara él, porque en mi teléfono aparecía como numero desconocido.

Cene poco y vi un rato la televisión, aunque no podía concentrarme en nada, por lo que opte por acostarme y dedicar unos minutos antes de dormirme a imaginar su cara, su piel, sus manos...

Le imaginaba moreno, con amplia sonrisa y ojos claros, le imaginaba alto aunque no mucho y de unos cuarenta años.

En eso estaba cuando sonó el teléfono, me sobresalte y lo descolgué casi temblando. Deseaba que fuera él y al mismo tiempo temía que fuera él.

Era Demian, me pregunto ¿esperabas que te llamara? - yo le conteste - Si.

El tono de la conversión aquella noche se volvió intimo, me hablo de su casa, me hablo de su familia, me hablo de su niñez en la campiña francesa. Estaba divorciado y tenia una niña de pocos años. Yo escuchaba y me dejaba envolver por aquella voz cálida y sensual, poco a poco entraba en un estado de ensoñación muy agradable.

Las llamadas se sucedieron noche tras noche durante semanas, nuestras conversaciones se limitaban a temas cotidianos, hablábamos del trabajo, de la casa, de las comidas, de su hija, de mis amigos, de programas televisivos. Hablábamos de todo sin decir nada, a veces unos incómodos silencios nos hablaban de deseo contenido, de caricias escondidas y de calores intimos... a veces aquellos silencios se rompían con una risita nerviosa. Una noche me pregunto:

-¿que llevas puesto? .

- ¿Por qué? ¿es que vamos a tener sexo telefónico? le dije riéndome.

- No querida, solo quería imaginarte.

Le mentí, le hable de lencería, le hable de medias de seda, le hable de mi pelo suelto y de mis brazos desnudos. Y mientras hablaba, sentía como su respiración se aceleraba, pero solo dijo:

-Ya me hago una idea.

Las noches siguientes me acostumbre a las caricias mientras me hablaba. Recuerdo que una noche me explicaba como se hacia la masa para croisan, el la había aprendido de su abuela, pero yo solo podía pensar en sus manos trabajando la masa, recuerdo que le dije: eres un "diablo", me esta entrando "hambre" y él se puso a reír a carcajadas.

- Oui, bien sûr mademoiselle. je m'appelle Demian

Reí yo también, pero mi deseo no era reír, mi deseo era besar, mi deseo era mas fuerte que yo.

El siguió hablando y yo....note que su voz se hizo mas grave, empezó a susurrar todas las cosas que se podían hacer con la masa para croisan. Yo me deje caer sobre la cama y mis manos hicieron lo que el hubiera hecho de haber estado conmigo.
Oía como su voz suave penetraba a través de mis oídos y llegaba hasta lo mas recóndito de mi ser.

- Demian

-Oui cherè.

- Demian...

- Je te désire

- Demian por favor....

- ¡comme il fait chaud!

- Demian ven... et... ¡ baise moi!
A Demian en la tierra del volcan.

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Y fui tu "Bella Helena"


Solo a ti se te podía ocurrir algo así y solo a mi se me podía ocurrir dejar que lo hicieras...
Recuerdo haberle dicho al juez que en tu solo hacías dos cosas bien; el amor y cocinar. Yo entonces era muy joven... ahora jamas hubiera dicho que sabias amar, pero cocinar si que sabias y fantásticamente bien, claro que habías estudiado mucho y eso siempre ayuda.
Solo una vez elevaste a la categoría de arte el acto de amar y fue, lo recuerdo muy bien, cuando decidiste usar la cocina como un camino hacia el placer...Aquella noche estuviste sublime. Hacerme la cena hubiera sido demasiado sencillo, pero convertirme en "la cena" fue una idea genial.
Nunca después de aquella noche he vuelto a tener sobre mi cuerpo alta cocina y nunca después de aquella noche alguien a vuelto a comer sobre mi y de mi al mismo tiempo. Salsa con cava para el marisco, mi pecho de postre "Bella Helena" y yo sobre la mesa, esperando entre divertida y excitada a que tu terminaras de convertir en un manjar aquel animal joven que entonces era mi cuerpo.
A Peter que estará probablemente en las cocinas del infierno.

lunes, 10 de noviembre de 2008

El placer de sentirte en la distancia.


_Entonces...¿no puedes venir?

_No puedo, tengo trabajo aquí.

_ Venga... ¡llámame! ¡Que lejos esta Valladolid!.
_Enciende la cam, quiero verte!

Dijiste, yo te daré placer aunque no este contigo y mi móvil comenzo a vibrar, sorprendida lo puse entre mis piernas, allí donde deberías haber estado tu calmando mi sed y empezaron a sucederse las llamadas, a la primera le siguió una segunda y a la segunda una tercera llevándome hasta un éxtasis que nunca hubiera conocido de no ser por ti. No podía creer lo que estaba sintiendo y te pedí que me miraras, mira lo que estas haciendo, mira como se abren mis labios, mira como se tensan mis pechos. Marca otra vez, ¡por dios que ahora no se pare!. Aun te queda tiempo, es pronto para ir de procesión, sigue marcando mi numero y mirame, mira como me consumo en deseo... como se abre mi carne, como se curva mi espalda ...como te busca mi boca...¿donde están tus manos? no, no me lo digas, solo marca mi numero otra vez.

Imagine tus besos, tus manos, tu todo, te imagine a ti recorriendo mi cuerpo, te imagine mientras el calor se hacia insoportable y yo me disolvía en humedades, te imagine lamiendo, sorbiendo, besando, jadeando como un animal herido... y tu insistiendo una y otra vez, mi teléfono vibrando cuatro, cinco, seis...Sigue! me hierve la sangre, no puedo, si quiero... sigue!!! siete, ocho, nueve, diez... Por favor no pares, ahora no pares, ... Once llamadas perdidas...y un indescriptible placer.


Al Señor C. eternamente agradecida.

domingo, 9 de noviembre de 2008

El principio



En el principio existió solo el amor,
entonces el amor se sirvió de roces y suspiros para llegar a ser, después llego la lucha, el sudor y la carne... y con ellos el placer; mas tarde hubo que seguir inventando para no dejar de sentir.