Son las once de la noche de un sábado cualquiera. Regreso a casa después del trabajo. Al abrir la puerta del apartamento, el aire caliente que todo lo invade se apropia también de mis fosas nasales y de mis pulmones.
Abro el balcón de par en par pero solo entra el ruido de la calle, ni una brizna de aire. Me quito la ropa, saco agua de la nevera y enciendo el ordenador. No hay nada de especial en el correo, spam y mails de mis amigos,aun así leo algunos y los otros los borro directamente. Media noche y nada que hacer, me voy a la cocina a ver si hay algo de comer, pero en realidad no tengo hambre, solo sed. Dejo el ordenador encendido y me dejo caer sobre la cama; por un momento me tengo lastima.
Parpadea el icono "de mensaje" en la pantalla de mi PC. Me levanto para mirar.
Veinte minutos después estoy bajo la ducha.
La una. ¡dios voy a perder ese maldito autobús!_ casi me dan ganas de rezar para que eso no ocurra.
Una camiseta, pantalones, la ropa interior... En la bandeja de la impresora esta la confirmación del billete, ¡que no se me olvide!. El dinero, ¿y mis sandalias?
Salgo a la calle que esta llena de vida a pesar de la hora, el calor aún es sofocante. Entro en el metro y pregunto por el itinerario mas rápido, no tengo tiempo que perder cerraran en 45 minutos. Bajo al anden "próximo tren llegada en 7 min." _ ¡no llegare nunca a ese maldito autobús!
De nada sirve que me ponga todavía mas nerviosa, hace una hora que me tiemblan las piernas y las manos, justo desde el mismo momento que decidí que esta noche quería pasarla contigo.
Cambio de linea, una pareja de borrachos parece que van a caer sobre mi, al fondo del vagón un grupo de chicos y chicas hacen botellón con tetrabrick.
Me obligan a bajarme del metro, fin del servicio...
¡Son las dos de la madrugada! y yo estoy en mitad de un puente y con tacones. Si intento llegar a la estación a pie, perderé el autobús, pero aún así me pongo en marcha, no me rindo. Cuando debo estar cerca, al otro lado de un puente que me pareció interminable, pregunto a un taxista que se detiene junto a mi en el semáforo. Ni siquiera me mira, pero me advierte que todavía estoy lejos, me lamento y él me dice: voy en esa dirección, ¡sube que te acerco y no te cobro!.
Todo va bien, todo fluye, el universo se confabula con mi suerte para que llegue a mi destino.
Aún nos separan dos semáforos, un anden vació y 193 km. Subo a un autobús en el que solo faltaba yo . El conductor cierra las puertas, apaga las luces y arrancamos. En ese instante mientras busco a tientas el cinturón de seguridad el pánico se apodera de mí. ¿me estarás esperando? ¿seguirá tu deseo tan vivo dentro de unas horas? ¿ a que sabrán tus besos? ¿y tu cuerpo?...
No cuestiono nada mas, me puede el deseo. Siento un nudo en el estomago, un calor abrasador se ha instalado entre mis muslos...Giro la cabeza para verme reflejada en el cristal de la ventanilla, la imagen de una rubia sonriente me devuelve la mirada cómplice.
Decido cerrar los ojos e intento imaginar tu voz pidiendome que vaya. Y me veo caminando hacia ti, acercándome a tu boca, siento tu lengua buscando a la mía, me veo en tus brazos y siento tus manos haciendo suyo mi sexo, que esta noche ha encontrado dueño y late descontrolado como si tuviera corazón. Veo tu cabeza descender sobre mi vientre y siento como un beso se posa en la cara interna de mi muslo izquierdo, ahora sé que ha merecido la pena. Te alzas impresionante entre mis piernas y me penetras lentamente, haciendo que cada embestida de tu cuerpo me haga desearte mas y mas...No has olvidado complacer ni uno solo de mis sentidos, nada escapa a tu etérea presencia, en cada uno de mis pliegues, en cada rincón de mi cuerpo hay algo de ti tomando posesión.
Hace rato que no tengo voluntad, te miro a la cara, me dejo llevar egoistamente y pienso "el próximo te dejo descansar".
Un ligero frenazo indica que el autobús ha llegado a su destino y letrero luminoso de neón rosa dibuja en la noche dos palabras: Bus stop.
La realidad supera siempre a la ficción.